A Ana
Una inmensa humedad, en el ambiente, es percibida;
tan densa y espesa, que se pudiera y quisiera nadar en ella.
Los dulzones efluvios del origen de la vida estimulan mis sentidos
obligándome a buscar a la diosa dueña de este testigo.
Canta con pasión el ritmo del interior de mi ser
cuando, de la fuente de la luz, bebiendo, calmo mi sed.
Felicísimo se torna el temblor de oquedades internas
que, suaves y líquidas, a una tormenta de fuego y ardor se asemejan.
Es un manjar divino que solo los ángeles crean
y que, el mismo demonio, para su propio placer, anhela;
mientras yo, ángel o demonio.... afortunado en este juego... o no...
soñaré con una infinita inmortalidad que, el tomarte, con ternura, me otorgará.
No existe un viaje de vuelta, ni tampoco solución;
seguiré robando, si me dejas, de tu esencia tibia, por lo eterno, tu porción.